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18+ DLSV
Artista
Víctor Hugo Bravo (Chile, 1966)
Curatoria
Esteban Córdova, Chile
Abstract
Yo no soy un hombre, soy un campo de batalla.
Friedrich Wilhelm Nietzsche
Si nos compenetramos en un análisis hermenéutico a profundidad sobre la obra de Bravo
haciendo una parada estratégica en la serie denominada: El crepitar de los insectos, bajo la
muestra: Lagarto, la maquina higienizante en Latinoamérica, nos podemos dar cuenta que la vía
estratégica usada por el artista corresponde a la formulación estrictamente virulenta de su obra,
la cual en forma de contagio pandémico ejerce presión sobre la psiquis del individuo que se
atreve a mirarla, por tanto, “el virus Bravo” entra por contagio, sí, pero contagio visual (ya no
respiratorio), visto así, la propagación pandémica es entonces expansión estética y su vía de
proliferación es la vista, que afecta directamente a la psiquis, en una suerte de juego
maquiavélico que remueve las entrañas y las vísceras de quien se arriesga a entrar en dicho
juego visual, entonces, su programa estético que se funda en lo instalativo, rápidamente se
transfigura en un “environment” total que prolifera hacia los otros sentidos de manera corrosiva,
atribuida ya sea a la postura abyecta, sexual, pornográfica, grotesca o política, (o todas juntas)
de sus imágenes, haciéndonos entender que con “el Virus Bravo” nada se encuentra a medias
tintas.
Entonces, bajo ese mundo inmersivo propuesto en su trabajo, ausculta una razón política que
adscribe de forma directa una masa crítica desbordante la misma que interpela al mundo en sus
distintas vicisitudes.
Por lo que, en la obra: Lagarto, la máquina higienizante en Latinoamérica, el efecto repugnante
de lo abyecto cuyo hastío adscribe el sentido mismo de lo real, se concibe, aun cuando esa
hiperreal se configura vergonzante por el mismo hecho de que no permite engaños, estafas,
menos aún maquillaje, ya que devela al mismo tiempo que incomoda.
No hay nada más real que mirar la sangre que sale de nuestro interior, nada más intenso que los
fluidos, que el sexo en su versión más animal, nada más ofensivo en una sociedad mojigata que
la verdad transformada en realidad, una realidad sin filtros, tal cual nos es dada, bajo los
dominios de una filosofía estética a martillazos, siguiendo el programa nietzscheano a carta
cabal.
Y es que efectivamente lo que Víctor Hugo Bravo nos presenta como programa estético muy
suyo, y que podríamos confundirlo como un tratamiento visual agresivo, o un emplazamiento
grosero y hasta violento en sus modelos instalativos, es todo lo contrario, pues, pretende ser
algo que denominaremos como una: filosofía estética sin filtros, que no solo se convierte en una
forma peculiar del artista (asumida como su marca personal) sino lo más importante se torna en
la manera más honesta de decir las cosas como son; sin la hipocresía contemporánea de lo
ligero, desviándolas, maquillándolas o forzándolas quitándoles su grado crítico para no
incomodar a nadie en estas suaves sociedades edulcorantes posmodernas.
Hernán Pacurucu Cárdenas, Ecuador.